Una Sola Noche.

Entre todas las mujeres ahí presentes me escogiste a mí. Dijiste que era cuestión de energía, y en ese momento supe que eras algo pasajero. Porque energéticamente no estoy en mi mejor momento.

Qué fácil es conectar con el lóbulo frontal adormecido, con el miedo oculto y la ansiedad anestesiada. Dos tragos antes ya me había olvidado de mis traumas y pude responderte la mirada sin quemarme, y sonreír como la niña que escondo para protegerme y besarte, convencida de que era la opción más prudente.   

No hacía falta conocerte para saber que eres narcisista, sólo así podrías gustarme. Poco me importaron las señales, los peligros, los tabúes y los deberes, cuando sentí tus manos adueñándose de mi cuerpo.

Lo siento mucho, pero te mentí. Te presenté a alguien que no existe. Una figura que desarrollé y utilicé durante mucho tiempo, con la intención de conquistar y sentirme valiosa a través de los ojos de los hombres. Una mujer risueña, ligera, flexible, seductora, que te envuelve y no espera nada.

Y bien podría serlo. Bien he sido condicionada toda la vida para portarme de esa y mejores maneras. Porque las mujeres debemos ser frágiles, ligeras, bobas, sutiles y más que nada bonitas para poder gustarle a un hombre. Porque si un hombre no te quiere, entonces no vales nada.

Quisiera decirte que si me fui contigo a la cama, fue por que quise. Pero a mí nadie me enseñó a saber qué quiero. Sin embargo, en un arrebato de rebeldía, creyendo ser dueña de mí misma, lo pseudo-decidí.

Mas cuando el lóbulo frontal regresó a su estado habitual, despertaron los juicios y los temores. Con tu cuerpo de abrigo y tu respiración en la nuca empecé a desear que me quisieras y a imaginar nuestra historia y no pude evitar poner mi autoestima entre tus manos y dejar que tu mirada fuera la única fuente de mi verdad.

Y me fui al día siguiente, implorando que volvieras a buscarme, que sintieras mi ausencia hasta desesperarte y no pudieras vivir más sin mí. Porque no me di a desear, porque sólo a las putas se les usa una sola noche.

Y este relato no se trata de ti, aunque sigas siendo parte del problema. Que me inundaste de mezcal hasta que acepté irme contigo, que no querías usar protección y no paraste de intentar imponerme tus fetiches, molestándote cuando tuve la voluntad de poner límites. Si a todo eso, estoy bastante acostumbrada.

Se trata de que estoy cansada de no poder sentirme auténtica y merecedora al mismo tiempo. De lo frustrante que es no saber elegir ni gozar, prisionera de los micromachismos con los que fui criada, siempre anticipándome pensando en el futuro y en sus consecuencias, buscando validación en una sociedad rota, que no entiende nada y no sabe aprender.

Y perdón si junto a los cigarros que olvidé te dejé mi frustración y un par de miedos. La verdad, es que todo esto tampoco es culpa tuya.  Porque esta vez fui yo la que me traicioné. Una vez más me sobajé, impidiendo que me miraras de frente, volviéndome vulnerable y convirtiéndote en un peligro. Una vez más sucumbí a la inseguridad y dejé que la ansiedad se apoderara de mí, impidiéndome disfrutar siquiera de una sola noche.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s