El Culpable

Te soñé de nuevo. Y ni siquiera entiendo por qué. Sé que no eres el motivo de mi crisis, pero la verdad desde que no estamos juntos me he sentido muy perdida. Estoy como en un limbo, sin saber cual es el camino, entonces los cojo todos al mismo tiempo y luego me arrepiento y regreso a donde comencé, huyendo de mis propias acciones, siendo incapaz de tomar decisiones.

Lo estuve evitando toda la semana, hasta que explotó y me citó en un café para hablar.
Cuando nos encontramos él estaba muy nervioso, yo no podía ni mirarlo a los ojos. No sé en que punto me volví tan evasiva.

– No entiendo ¿Qué hice? Después de la noche que tuvimos el sábado pensé que todo estaba bien, pero te has comportado muy extraña toda la semana ¿Por qué me estás evitando? – me dijo, tratando de ocultar su desesperación.

El problema es que no sé que quiero, sé que estoy buscando algo, pero no sé qué y mientras lo busco he encontrado millones de cosas que no son respuesta a nada.

Lo conocí una semana antes, en una fiesta. Platicamos un poco de todo y la verdad la pasé bien, me pareció muy agradable y atractivo.
Hablamos toda la semana hasta que nos volvimos a encontrar el sábado.

El otro problema es que no sé poner límites, creo que es porque me aburren un poco. Debí ver en su mirada que se estaba enamorando, debí protegerlo y evitarme ésta situación tan incómoda.
No es que sea incapaz de enamorarme, tú mejor que nadie lo sabes, pero sigo sin lograrlo.

Platicamos mientras tomábamos cervezas y después caminamos por el malecón junto a la playa. Yo estaba un poco borracha, una cosa llevó a la otra y terminamos en mi casa.
Mientras él dormía hubo un momento en el que me sentí enamorada. Sus pies estaban entrelazados con los míos y su cuerpo se aferraba a mí con ansiedad, como si yo fuera lo único frenando una inminente caída. Pasee mis dedos por su espalda y su cabello, sintiendo que todo era perfecto hasta que me quedé dormida. Siempre recordaré ese momento.

A la mañana siguiente mi amor había muerto. No sabía ni cómo correrlo de mi casa, le hice de desayunar esperando que después se largara, pero no lo hizo. Así que me inventé un par de compromisos para que se marchara.

Cuando al fin estuve sola, entré a mi cuarto y su olor impregnado me repugnó. Abrí las ventanas y eché a lavar las sábanas como queriendo borrar más que eso.

Recuerdo cuando tú dormías aquí. Te levantabas y te marchabas temprano, siempre quería que te quedaras más tiempo. Te acompañaba a la puerta y me volvía a acostar. Aprovechando cada segundo en el que tu olor emanaba de la almohada. Olía mis brazos también impregnados con tu aroma y me sentía completa, en paz, sabiéndote parte de mí.

Mis amigas dicen que soy una culera, que siempre acabo por maltratar a las personas por mi falta de claridad. Pero no es así, sólo me falta enamorarme, como de ti. Pero lo he hecho otra vez. Me metí en un camino que sabía que no iba a ningún lado, pareciera que sólo me gusta andar dejando huellas. Y repito y repito éste mismo cuento que tanto me molesta, sólo le cambio el nombre a los personajes.

El tercer problema es que tengo la mente demasiado abierta. Me jodiste con nuestras pláticas de la relatividad y ahora todo me parece aceptable e indefinible. No tengo filtros y he perdido mi habilidad para comprometerme. El conocimiento empírico se ha vuelto mi única forma de aprender y me la paso metiéndome en cosas nada más para ver cómo se sienten, cómo funcionan, respondiendo enigmas que no me corresponden. Generando víctimas por mi simple necesidad de respuestas que al final me parecen absurdas.

Sólo quiero aterrizarme, me resulta muy pesado andar vagando por la vida con la adrenalina como motor, necesito un ancla, un algo que me haga detener todo esto. Necesito tus palabras de razón y que con tu escepticismo me obligues a tomar el papel de ingenua creyente porque ya nada me parece verdadero.

A veces creo que jodí las cosas, que nunca debí de dejarte ir, o más bien, nunca debí de haberme ido. Sé que no voy a encontrar a nadie como tú y antes solía pensar que eso era algo bueno. Pero sigo soñándote, como si fueras la respuesta a todas las situaciones incómodas en las que me meto. A veces creo que más que la respuesta, sólo eres el culpable.

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